55ª
edición del Concurso de Jóvenes Talentos de Coca-Cola
GANADORA
AUTONÓMICA PAÍS VASCO
Anell
Fernández - Eskibel
MEMORIAS DE UN
VIEJO COCHE
La cinta
transportadora me va acercando poco a poco al que será el final de
mi emocionante vida. Tantas cosas que recordar y cada vez menos
tiempo. No siento pena ni estoy triste, pues desde que me llevaron al
desguace he tenido tiempo suficiente para traer de vuelta todos esos
recuerdos. Estoy contento; sé que después de esto ayudaré a
cumplir más sueños formando parte de otro coche, dándole nuevas
experiencias y un poquito de sabiduría.
Sé que soy viejo,
pero al recordar me siento como aquel joven vehículo soñador que
quería recorrer el mundo entero.
Las caras de mis
dueños pasan como imágenes de una película por mi cabeza. El
trabajador James. La soñadora, libre e interesante Anna. Los
ladrones que me quitaron de sus manos. Y por último el viejo
Charles, encantador, sabio y dulce como un terrón de azúcar, tanto
que te podía causar caries.
Y las cosas
importantes que les pasaron en mi presencia. James y Anna (padre e
hija) y el viaje a Kentucky del que no volverían, pues era el
comienzo de su nueva vida en Estados Unidos. La mirada tristona de
Anna que atravesaba mis ventanillas, y las lágrimas que resbalaban
por su rostro. Cuando Anna hizo el viaje a Australia con sus amigas y
no dudó un segundo en llevarme. Cuando me robaron una noche en
Sidney. Aquellos ladrones me llenaban con sus botines, joyas, dinero…
Los sucios crímenes de los que yo no quería formar parte. Y un día
me abandonaron. Me vendieron a una casa de subastas. Aquellos meses
me sentí solo y traicionado. Entonces llegó el día en que el viejo
Charles peleó por mí y consiguió pujar más alto. Le salí barato
pero me cuidaba como si fuese lo más preciado que tenía. El
reencuentro con sus nietos fue memorable y tierno como el pan. Los
llevaba a todas partes en mí y yo me sentía parte de la familia.
Solo me quedan
unos pocos metros para llegar a la zona en la que me desmontarán.
Todavía me queda tiempo antes de pasar página y empezar ese nuevo
capítulo en el que pensaré una y otra vez “En aquel tiempo
siempre estaba moviéndome”.
Suenan en mi
cabeza las graciosas charlas de Anna y su padre en las que ella
hablaba de que tenía una doble vida, porque era una fangirl. Siento
la emoción que ella sentía cuando leía sus libros tan preciados en
mi asiento. El cariño que sentían los nietos de Charles, que se
palpaba en cada abrazo y en cada caricia que les daba. Nunca olvidaré
nada de esto. Pero prefiero olvidar la época de aquellos sucios y
desagradables ladrones.
La gente se
preguntará dónde están mi alma, mis recuerdos, las memorias de un
viejo coche. Es una pregunta fácil de responder. Están en cada
pieza de mi motor, en cada costura de los asientos, en cada reflejo
de los espejos, en cada parpadeo del intermitente. Con cada pieza va
un recuerdo, que podré enseñar al coche que la necesite después de
mi.
Siento como me van
vaciando, pero me siento lleno por todas las cosas que me han pasado.
Me siento libre, dulce, trabajador: me siento como una vez se
sintieron mis dueños. Les veo sacudiendo sus manos con sonrisas
deslumbrantes dibujadas en sus caras. Esto es lo que recordaré:
quién he sido.
Me convierto en
mil piecitas, mil recuerdos, mil vidas, mil personas. Desaparezco
poco a poco. Es hora de decir adiós antes de desvanecerme.